La correspondencia entre las formas del universo, del macrocosmos y del microcosmos, nos hace pensar en una correspondencia de las funciones. Es decir, a diferentes escalas, tal vez a diferentes níveles evolutivos, todas las cosas parecen operar bajos los mismos principios y manifestar una interconectividad que llena de asombro y "refleja" una enorme belleza en su arquitectura cósmica. Esto fue la inspiración, observar la naturaleza, que llevó a los primeros filósofos (y místicos) a formular teorías con respecto a la armonía universal, a la semejanza de las formas y también a la divinidad (coherencia resonante en cada quantum del universo: el hombre como materialización simbólica de la conciencia cósmica, un ente cuyo cuerpo es información).
Entre los grandes filósofos de la naturaleza y de esta veta particular que hoy en día la física agrupa bajo la teoría holográfica y fractal, está, por antonomasia, el mítico semidios Hermes, a quien las tradiciones místicas le adjudican la fundación de todas las ciencias (incluyendo la escritura) y quien sintetizara toda la ciencia esotérica en su Tabla Esmeralda: "como es arriba, es abajo"; Pitágoras, quien construyera una teoría de armonía universal entre las matemáticas, la música y los astros, cada uno una expresión (a diferente nivel) de un mismo código universal: el mundo según este filósofo griego es una sinfonía entre el Gran Hombre (el universo) y el Pequeño Hombre (el ser humano); Platón, quien viera en el mundo material la expresión o reflejo de un mundo espiritual (ideas o símbolos materializados).
Actualmente existen una serie de científicos que se han acercado desde la física a ese "arte" de la correspondencia entre las formas para descifrar el sistema operativo del universo (entre los cuales destaca David Bohm). Encontramos una versión interesante que expande estas teorías del autor Jay Alfred, cuyo postulado nos acerca a la posibilidad de que el universo entero sea una especie de inmenso cerebro (o internet) que transmite información entre cada una de sus partes y el cerebro humano un reflejo de este cerebro cósmico al cual se conecta en perpetua retroalimentación.
dijo:
La similitud entre una red de galaxias y una red de nueronas podría ser más que solamente algo formal… es posible que “el cerebro” esté en todas partes y el universo sea en un enorme organismo de transmisión informativa.
dijo:
El autor también explica, aplicando la teoría de la memoria holográfica de Karl Pribram a toda la materia, como es posible que el universo sea también un organismo que graba todo lo que sucede en su "mansión de muchas habitaciones" (no existe el olvido, decía Borges). Algo que podría explicar porque ciertos lugares paracen proyectar fantasmas o por qué la memoria está ligada al espacio donde un hecho ocurrió. Luego explica como posiblemente existe un intercambio de información entre los diversos tejidos cerebrales del universo, en sus diferentes escalas: galaxia, planeta, hombre, célula, electrón, etcetera:
dijo:
Tal vez el secreto de la semejanza entre las cosas, de las metáforas y los fractales, sea la obviedad. Que se parecen porque en el fondo son lo mismo. ¿Es posible que por alguna razón o divinidad en el insondable diseño del universo, las estrellas sean ojos, los cerebros, galaxias? Es posible y quizás esa sea también el secreto del misterio de la existencia individual: averiguar por sí mismo y fundirse con el tejido neuronírico que llamamos universo, aquello a lo que tanto nos parecemos.
dijo:
¿Tienen conciencia los planetas, las estrellas, las galaxias? y ¿son éstas manifestaciones de lo que, a través de la historia, hemos llamado ángeles?
¿tal vez ángeles? Por qué no. Es una pregunta que la ciencia establecida no se hace, pero que la gente sí. ¿Es absurdo en el mundo moderno preguntarse por la existencia de estos seres que atraviesan la historia, la imaginación o la realidad secreta de la humanidad? El científico inglés Rupert Sheldrake considera que es algo que se debe de investigar, pero para ello es necesario salirse de la rigidez de la ciencia e integrar una epistemología que acepte la subjetividad humana. Puesto que las conciencias no se relacionan con aparatos sino a través de sus sentidos y experiencias. La ciencia, que domina y explica con mucha solvencia el mundo exterior, se ve muy limitada al explicar los fenómenos interiores, incapaz hasta el momento de entender lo que probablemente sea lo más relevante, la conciencia del hombre y del universo al que pertenece.
Sheldrake estudió en Cambridge y fue en su momento uno de los biólogos más prometedores del mainstream. Sin embargo, después de una larga estancia en la India (donde curiosamente se hizo amigo de Krishnamurti, al igual que el físico David Bohm, el padre de la teoría holográfica cuántica), Sheldrake descubrió la existencia de una forma alternativa de pensamiento igualmente válida y se acercó a nueva concepción de la biología y la evolución incorporando una vision holística, así formulando su teoría de la resonancia mórfica, en la que la información es vista como un campo, de la misma forma que el electromagnetismo o la gravedad son campos ubicuos en el espacio.
La revista Nature llamó el primer libro de Sheldrake en 1981, “el mejor candidato a quemarse en años”. Desde ese momento Sheldarke fue ostrascizado de la comunidad científica establecida y forzado a investigar desde la frontera (quizá el lugar de mayor claridad) fenómenos como la telepatía, la telekinesis y otras manifestaciones paranormales.
Sheldrake sostiene que la ciencia que tanto ha criticado el dogma religioso imprime en su version de la realidad los mismos vicios que condena, proyectando sus suposiciones: “el universo es reflexivo, en otras palabras: refleja lo que estamos buscando”. En este caso el materialismo se refleja en el espejo de la naturaleza puesto que se asume como una realidad immutable, que no admite una interrelación de la mente en la construcción de la realidad. El observador afecta lo observado, y aunque esto es algo insoslayable en el estudio de la mecánica cuántica, no se ha extrapolado a otras regiones de la ciencia, tal vez porque atenta contra el método científico, deificado como la forma suprema del conocimiento.
En su libro The Physics of Angels, escrito junto a Matthew Fox, Sheldrake explora la posibilidad de que las tradiciones religiosas no necesariamente están equivocadas cuando hablan de conciencias superiores a la del hombre. Lo más interesante es que Sheldarke, desde la biología, indaga la posibilidad de que estas inteligencias superiores podrían ser también macroorganismos como los planetas, la Tierra y el Sol o hasta la Galaxia. O incluso, tomando una referencia de Tomás de Aquino, en la que dice que los ángeles no tienen masa ni cuerpo, describiéndolos de una forma similar a los fotones que describe Einstein, tal vez los ángeles, la conciencia, podría ser la misma luz, información que está en todas partes.
La ciencia supone que el Sol o la Tierra son seres inanimados, sin embargo en algunas ocasiones las personas parecen experimentar lo contrario. Sheldarke dice que es absurdo esperar que estos superorganismos comprueben su conciencia en un lenguaje humano, pero que nosotros esperamos que así lo hagan, puesto que entendemos la conciencia siempre como un fenómeno únicamente humano y siempre desde ese parametro. Algo similar sucede con la forma en la que nos relacionamos con los animales, los cuales al no percibir la realidad de la misma forma que nosotros , dejan de tener conciencia para nosotros.
Pero es posible que la conciencia sea incluso anterior a la materia, consustancial al universo, tal vez la conciencia es la que experimenta la materia y no la materia que experimenta la conciencia. El cuerpo podría ser un producto de la conciencia y no al revés; la materia una proyección de la mente.
Reproduzco extractos de una entrevista con Rupert Sheldrake sobre su libro La Física de los Ángeles (el resto de la entrevista puede ser consultada en ingles acá):
¿tal vez ángeles? Por qué no. Es una pregunta que la ciencia establecida no se hace, pero que la gente sí. ¿Es absurdo en el mundo moderno preguntarse por la existencia de estos seres que atraviesan la historia, la imaginación o la realidad secreta de la humanidad? El científico inglés Rupert Sheldrake considera que es algo que se debe de investigar, pero para ello es necesario salirse de la rigidez de la ciencia e integrar una epistemología que acepte la subjetividad humana. Puesto que las conciencias no se relacionan con aparatos sino a través de sus sentidos y experiencias. La ciencia, que domina y explica con mucha solvencia el mundo exterior, se ve muy limitada al explicar los fenómenos interiores, incapaz hasta el momento de entender lo que probablemente sea lo más relevante, la conciencia del hombre y del universo al que pertenece.
Sheldrake estudió en Cambridge y fue en su momento uno de los biólogos más prometedores del mainstream. Sin embargo, después de una larga estancia en la India (donde curiosamente se hizo amigo de Krishnamurti, al igual que el físico David Bohm, el padre de la teoría holográfica cuántica), Sheldrake descubrió la existencia de una forma alternativa de pensamiento igualmente válida y se acercó a nueva concepción de la biología y la evolución incorporando una vision holística, así formulando su teoría de la resonancia mórfica, en la que la información es vista como un campo, de la misma forma que el electromagnetismo o la gravedad son campos ubicuos en el espacio.
La revista Nature llamó el primer libro de Sheldrake en 1981, “el mejor candidato a quemarse en años”. Desde ese momento Sheldarke fue ostrascizado de la comunidad científica establecida y forzado a investigar desde la frontera (quizá el lugar de mayor claridad) fenómenos como la telepatía, la telekinesis y otras manifestaciones paranormales.
Sheldrake sostiene que la ciencia que tanto ha criticado el dogma religioso imprime en su version de la realidad los mismos vicios que condena, proyectando sus suposiciones: “el universo es reflexivo, en otras palabras: refleja lo que estamos buscando”. En este caso el materialismo se refleja en el espejo de la naturaleza puesto que se asume como una realidad immutable, que no admite una interrelación de la mente en la construcción de la realidad. El observador afecta lo observado, y aunque esto es algo insoslayable en el estudio de la mecánica cuántica, no se ha extrapolado a otras regiones de la ciencia, tal vez porque atenta contra el método científico, deificado como la forma suprema del conocimiento.
En su libro The Physics of Angels, escrito junto a Matthew Fox, Sheldrake explora la posibilidad de que las tradiciones religiosas no necesariamente están equivocadas cuando hablan de conciencias superiores a la del hombre. Lo más interesante es que Sheldarke, desde la biología, indaga la posibilidad de que estas inteligencias superiores podrían ser también macroorganismos como los planetas, la Tierra y el Sol o hasta la Galaxia. O incluso, tomando una referencia de Tomás de Aquino, en la que dice que los ángeles no tienen masa ni cuerpo, describiéndolos de una forma similar a los fotones que describe Einstein, tal vez los ángeles, la conciencia, podría ser la misma luz, información que está en todas partes.
La ciencia supone que el Sol o la Tierra son seres inanimados, sin embargo en algunas ocasiones las personas parecen experimentar lo contrario. Sheldarke dice que es absurdo esperar que estos superorganismos comprueben su conciencia en un lenguaje humano, pero que nosotros esperamos que así lo hagan, puesto que entendemos la conciencia siempre como un fenómeno únicamente humano y siempre desde ese parametro. Algo similar sucede con la forma en la que nos relacionamos con los animales, los cuales al no percibir la realidad de la misma forma que nosotros , dejan de tener conciencia para nosotros.
Pero es posible que la conciencia sea incluso anterior a la materia, consustancial al universo, tal vez la conciencia es la que experimenta la materia y no la materia que experimenta la conciencia. El cuerpo podría ser un producto de la conciencia y no al revés; la materia una proyección de la mente.
Reproduzco extractos de una entrevista con Rupert Sheldrake sobre su libro La Física de los Ángeles (el resto de la entrevista puede ser consultada en ingles acá):
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Tal vez las estrellas también son neuronas del universo y nostros de ellas, unidos por una red sináptica inalámbrica, fotónica, ubicua. No se puede comprobar esto científicamente pero tal vez no sea necesario: un universo así cumple con la elegancia y el paradigma de la belleza esbozado por Einstein y Platón. La complejidad es infinita.
dijo:
Un informe genial, por demas interesante, ayer justamente estaba leyendo la ley de correspondencia y aca encontre algunos ejemplos que me faltaban para terminar de comprender ciertos detalles que me habian quedado dando vueltas.
ResponderEliminarSegui informando y crando ocnsciencia, te felicito.